Hace apenas unos pocos días se celebró en la ciudad de Guadalajara la nueva edición de Campus Party. Un evento impresionante en múltiples sentidos que deja muchas enseñanzas, un muy buen sabor de boca y, sobre todo, grandes compromisos para todos quienes estamos involucrados de una u otra forma con los procesos de innovación.

Es espectacular ver que en unos pocos días y en un espacio relativamente pequeño, se concentren tantos entusiasmos, ilusiones, esfuerzos, ideas y mucho talento enfocados en crear y proponer ideas. En algún otro espacio esto sería difícil de concebir.  Asistentes de todas la edades con una plural diversidad de formas de ver la vida y de proponer soluciones tecnológicas para los problemas actuales, se arremolinaron por una semana entre stands que lo mismo ofrecían capacitación en soluciones informáticas que presentaban proyectos para financiamiento.  Presentaciones por todo el recinto y - sobre todo-  jóvenes ávidos de aprender y actualizarse nutrieron el evento con todo este espíritu propio de su edad, aportando su ingenio y esfuerzo a la construcción de propuestas que hagan de la nuestra una vida mejor.

Durante los recorridos por la inmensa exposición, me tocó en múltiples ocasiones escuchar pláticas en las que se hacía referencia puntual a la propiedad intelectual.  Es francamente gratificante presenciar que en entornos como el vivido en Guadalajara a principios de julio, no solamente se apoye y promueva el desarrollo de tecnologías y de procesos de innovación sino que, además, se haga énfasis en la protección de dichos desarrollos como parte de los modelos adecuados de innovación.  Grandes gurús de la tecnología incluyeron temas relacionados con la protección de los desarrollos tecnológicos en sus pláticas magistrales y, especialmente, del respeto a los derechos de propiedad intelectual de terceros, amén de que diversas instituciones de gobierno promovieron pláticas específicas de patentes, marcas y derechos de autor.  Así pues, es plausible el esfuerzo colectivo de ordenar el desarrollo tecnológico en nuestro país y de promover una cultura de protección y respeto a las creaciones.

El reto ahora será replicar ese esfuerzo y aplicarlo a nuestro sistema educativo.  Si bien es cierto que el esfuerzo es digno de reconocimiento en los ecosistemas de desarrollo tecnológico e innovación, también lo es que en los niveles básicos de educación y formación, salvo una página dedicada a los derechos de autor, no existe prácticamente nada que permita ir cimentando esa cultura desde la formación inicial de las nuevas generaciones.

Es necesario incorporar en los planes de estudio tanto de nivel básico, como de educación secundaria y preparatoria, programas que siembren en los niños y jóvenes de nuestro país la inquietud por desarrollar la creatividad y la innovación y que estos planes los acompañen y les proporcionen herramientas para entender lo que tienen que hacer para lograr capitalizarlos en su beneficio y el de su país.  Entre ellos, programas que les creen la consciencia de proteger sus creaciones, pero especialmente, el respeto a todas aquellas creaciones que ya existen.  Creatividad, innovación, protección y respeto deben ser líneas claras de formación si queremos que nuestro país se inserte de lleno en esta sociedad del conocimiento.

Este artículo se ha publicado previamente en la revista Alto Nivel, Año 29, Número (348), p. 29 Agosto de 2017

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